EDUCACIÓN EN DERECHOS HUMANOS
José 
Vicente Mestre Chust
Últimamente se está 
hablando mucho de la necesidad de revisar la Educación en Valores que reciben 
los alumnos en España, ya que las autoridades, por fin, se han dado cuenta que 
la educación, es uno de los mecanismos fundamentales para intentar solucionar 
los problemas de una sociedad. El  gran problema de la 
educación está relacionado con el hecho de tratarse de una inversión a largo 
plazo, y, por lo tanto, poco rentable electoralmente, donde los rendimientos se 
miden en plazos de 4 años. Sin embargo, hablar de la educación siempre es 
rentable para intentar convencer a posibles votantes; pero siempre es más fácil 
prometer, que luego cumplir. Ahora, parece que va en serio, de hecho siempre 
intentan hacernos creer que van en serio. Quizás la razón es que se ve más 
evidente que nunca, esta necesidad en el campo de la educación.
Nos estamos dando cuenta que nuestra sociedad es intolerante y que 
nuestros alumnos también lo son. Hemos contemplado con horror que la Escuela, 
lejos de ser un paraíso de aprendizaje, puede llegar a ser un infierno en el que 
un alumno no encuentre otra salida que el suicidio. ¿Cómo es posible que unos 
jóvenes lleguen a utilizar la violencia en las aulas hasta tal extremo? ¿Dónde 
estaban quienes debían vigilar que esto no llegara a suceder?
           
También hemos visto que la educación que hemos recibido ha fomentado la 
desigualdad y la discriminación por razones de género. Tenemos una tasa de paro 
femenino cuatro veces más elevada que la tasa de paro masculina, y lo  que es peor, lo aceptamos como inevitable, la diferencia de 
salarios entre hombres y mujeres puede llegar a ser del 20% y lo vemos con 
resignación (o en el peor de los casos como aceptable). De esta discriminación 
nace la peor lacra de nuestra sociedad como es la violencia de género. Debemos 
darnos cuenta que sólo con medidas represivas no puede solucionarse, y que la 
educación en valores es la única medida realmente eficaz, aunque sea a largo 
plazo.
En las escuelas, cada vez más, hay alumnos de otros países, razas, 
religiones, y debemos educar en la tolerancia y el respeto a la diferencia. 
Debemos usar la educación reglada para transmitir valores. Esta idea no es 
nueva, de hecho es tan antigua como el pensamiento filosófico. Sócrates, con su 
optimismo epistemológico, ya nos decía que la educación posee una connotación 
moral importante ya que enseñando lo que es correcto, el individuo actuará de 
forma correcta: el mal es fruto de la ignorancia. Es lo que se ha llamado el 
Intelectualismo Moral. Quizás, esta idea, si la llevamos al extremo puede 
parecernos algo ingenua: Todos los que poseen una buena base cultural, 
actuarán siempre correctamente. Evidentemente esto es falso, pero si no 
totalizamos esta idea, sí es correcta: Una sociedad más culta, sobre todo en 
educación en valores, tendrá muchos menos problemas de intolerancia, 
discriminación o de violencia de género, gracias, precisamente, a ese valor 
añadido que poseen tanto la cultura en general, como la educación en valores en 
particular. Estas lacras no llegan a desaparecer, pero su disminución ya es 
significativa. Siempre encontraremos ejemplos de personas con un nivel cultural 
envidiable y un comportamiento nada cívico, pero estos, llamados contraejemplos, 
no deben limitar nuestros esfuerzos por universalizar la educación en valores.
           
Para llegar a comprender la importancia de la educación debemos hacer 
referencia al concepto de socialización. Los seres humanos debemos aprender a 
comportarnos como seres humanos, ya que nuestro comportamiento no está regido 
por los instintos, sino por los rasgos culturales que hemos aprendido. Por eso 
es tan importante la educación cultural  que recibimos. 
Por eso Platón proponía en su República que la educación no estuviera en manos 
de los padres (puros amateurs) sino en manos de profesionales de la educación. 
Lógicamente no podemos compartir, esta aberración, pero muestra hasta qué punto 
es importante la educación.
En este proceso de socialización juegan un papel muy importante la 
Familia, la Escuela, los Iguales y los Medios de Comunicación. Son los llamados 
agentes de socialización. La Familia (y cada vez más también la Escuela) es la 
encargada de proporcionar la socialización primaria (aprender los elementos 
básicos de la convivencia humana como andar, hablar, hábitos de higiene... etc.) 
Ahora bien, todos los agentes participan en la llamada socialización secundaria 
(transmisión de conocimientos, que dura toda la vida). La transmisión de valores 
formaría parte de la socialización secundaria. Sin embargo, no todos los agentes 
socializadores van en la misma dirección; es bastante habitual que en la escuela 
se intenten transmitir unos valores que los medios de comunicación se encargan 
de contradecir. Los niños imitan lo que ven, sin tener una concepción moral de 
lo que ven. Kohlberg nos dice que durante la infancia (etapa que él denomina 
Preconvencional) no existe una clara concepción del bien o del mal, sino que 
consideramos como bueno aquello por lo que nos premian, y malo aquello por lo 
que nos castigan. No es hasta la etapa Convencional (y dentro de las reglas de 
un grupo) cuando tenemos una cierta noción del bien y del mal. Esto hace a los 
niños muy vulnerables a las influencias externas. Por ello se da la 
circunstancia de que el niño maltratado suele ser maltratador de adulto (círculo 
vicioso que para quien no lo ha vivido carece, de toda lógica).
. Etapa 
Preconvencional. En esta etapa no existe una concepción clara de los 
conceptos de Bien o Mal. Llamamos Bien a aquello por lo que nos premian, y Mal a 
aquello por lo que nos castigan. Esta etapa posee dos estadios: Egocentrismo 
(los agentes externos determinan qué debe hacerse o no, es el nivel máximo de 
heteronomía moral) y Individualismo (se asumen las normas si van en beneficio 
propio).
 Es 
por eso que debemos crear modelos de valores, en los que los niños o 
adolescentes puedan reflejarse, y eso debe desarrollarse a través de la 
Educación en Valores.  Los docentes solemos criticar que los 
padres están, cada vez más, delegando responsabilidades educativas que le 
pertenecen (elementos de socialización primaria por una lado, educación vial, 
educación sexual... etc. por otro)  y la educación en 
valores parece ser una de ellas. La escuela debería reaccionar y tomar la 
educación en valores como un deber propio para crear ciudadanos más cívicos, si 
es que la familia desiste de esta función, aunque creemos que no debería hacerlo 
del todo, y así, establecerse  vínculos de colaboración 
entre familia y escuela en esta tarea. Desde la escuela debemos hacer frente a 
esta necesidad de educación en valores, la cual debe aparecer en el curriculum 
explícito, ya que si sólo aparece como eje transversal, como curriculum en la 
sombra, existe la posibilidad que quede totalmente diluida y sin sentido. Aunque 
debemos tener en cuenta que debemos hacer un paso adelante más: todos 
consideramos imprescindible la educación en valores, y, formando parte de ésta, 
debe estar la educación en Derechos Humanos. Los Derechos Humanos no son 
simplemente una declaración de buenas intenciones, un futurible de buena 
voluntad. Se trata de un conjunto de valores fundamentales para la convivencia: 
derecho a la vida, lucha contra la desigualdad, contra la discriminación, la 
violencia de género... etc. Durante mucho tiempo, la educación en Derechos 
Humanos intentaba enfocarse desde el punto de vista de las grandes violaciones 
de los Derechos Humanos: las dictaduras en Latinoamérica, la lucha contra la 
pena de muerte, la tortura... etc. Ahora pretendemos enfocar la cuestión de la 
educación en Derechos Humanos desde temas más cercanos a las vivencias de los 
alumnos, por ejemplo, la discriminación de la mujer, que es mucho más cercano y 
afecta a mucha más gente de su entorno.
Naturalmente, cuestiones como las dictaduras, la pena de muerte o la 
tortura deben aparecer en la  Educación en Derechos 
Humanos, pero debemos educar, entre otras cosas, para evitar futuros 
maltratadores, o concienciar a las mujeres, que si son maltratadas, deben 
denunciar su situación y no aceptar en silencio, tal y como fueron educadas las 
generaciones anteriores.
Debemos educar en la tolerancia y evitar así el racismo, 
y no sólo para tener conciencia de que en determinados países del mundo 
se violan los Derechos Humanos. A veces, la capacidad de influencia de la 
educación en valores (que no siempre coincide con valores propios de los 
Derechos Humanos) es puesta en duda por la poca importancia dada por los 
alumnos, o por el fracaso ante el intento de proponer determinados valores.  España tiene un enorme problema de paro, pero el problema 
del paro femenino es notablemente superior al paro masculino, y esto es fruto de 
una mentalidad tradicional que ve con mayor preocupación el paro masculino (que 
es el importante) mientras que la mujer en el ámbito laboral sigue teniendo un 
marcado carácter complementario. La educación recibida por las generaciones 
anteriores ha determinado la visión sobre los roles diferenciados de hombres y 
mujeres.
Insistamos en este 
punto, leyendo los periódicos últimamente, podríamos llegar a la conclusión que 
la violencia de género es un mal reciente de nuestra sociedad, porque, 
anteriormente, los periódicos no publicaban las cifras de dicha violencia: no se 
hacían eco de este problema, y, por lo tanto, no existía. No se contaban, como 
se hace ahora, el número de víctimas de este tipo de violencia, y así pasaba 
totalmente desapercibida. En la prensa de sucesos, dichos crímenes eran 
calificados como crímenes pasionales, quitándole el dramatismo, llegando, en 
ocasiones, a la justificación soterrada del crimen. Era habitual conocer algún 
marido que maltrataba a su mujer, la cual era compadecida en silencio, pero al 
considerar que se trataba de un asunto privado, nadie intervenía. No hacían nada 
porque no había nada que hacer. Afortunadamente, hoy, parece existir una mayor 
concienciación del problema. Esta concienciación ha llegado a través de la 
educación que las nuevas generaciones hemos conseguido a través de una escuela 
más abierta, de unos medios de comunicación más sensibles... etc. Empezando por 
la coeducación. La educación separada de niños y niñas (que algunas escuelas se 
empeñan en mantener) nos hace ver a los niños y niñas como seres diferentes con 
roles diferentes, y que, deben tener educaciones diferentes. Si queremos educar 
para la igualdad, la educación ha de ser igual compartiendo conocimientos, 
espacios y contenidos.    
Es posible educar en valores contrarios a la igualdad y la 
tolerancia. Así se hizo en España durante el franquismo. Por eso debemos 
diferenciar entre educación en valores y educación en Derechos Humanos, porque 
siendo la educación en Derechos Humanos un ejemplo claro de educación en 
valores, la educación en valores puede ser contraria a los Derechos Humanos. 
Para analizar la educación en valores, debemos preguntarnos en qué valores. 
Nosotros podemos educar en el odio, la intolerancia y la discriminación.
 Por eso cuando hablábamos de la necesidad de la educación en 
valores no nos referíamos a cualquier tipo de valores, sino de una educación en 
valores muy concreta: la Educación en Derechos Humanos, para intentar crear, a 
través de la educación, ciudadanos cívicos, responsables, tolerantes, activos y 
demócratas.
Por otra parte, 
para que la educación en Derechos Humanos sea efectiva, no debe limitarse a 
cuestiones de tipo conceptual: debemos vivir los Derechos Humanos en el aula. La 
forma de tratar a los alumnos, la forma de solucionar los problemas que puedan 
surgir en el aula... etc. debe ser lo más respetuosa posible. De nada sirve 
hablar de la Libertad de Expresión si somos terriblemente autoritarios como 
profesores. Debemos predicar con el ejemplo si queremos llegar a los alumnos y 
educarles en los Derechos Humanos. Así, la Educación en Derechos Humanos va más 
allá de las materias que tienen en su Curriculum la educación en valores y debe 
aparecer de forma transversal (Curriculum en la Sombra). Pese a todo insistimos 
en la necesidad de la educación en valores propios de los Derechos Humanos  a través del Curriculum Explícito, aunque somos conscientes 
de que esto no basta: es necesaria una implicación personal del profesorado 
respecto a los deberes y derechos de los alumnos como una manifestación más de 
los Derechos Humanos. La Declaración Universal de Derechos Humanos puede llegar 
a ser un instrumento fundamental, pero sin que la Declaración Universal de 
Derechos Humanos sea un objetivo final en sí mismo, sino que sea un medio para 
conseguir el auténtico objetivo como es la creación de una sociedad más justa y 
más comprometida.
 La 
educación en valores no siempre ha tenido como objetivo el impulsar como valor a 
educar el respeto de los Derechos Humanos. Algunas sociedades han intentado 
impulsar valores contrarios a los Derechos Humanos. Adolf Hitler llegó al poder 
en 1933, pero la maquinaria de matar no estará lista hasta 1939. Por maquinaria 
de matar nos referimos a los soldados que necesitan un largo proceso de 
adiestramiento (especialmente de carácter moral)
Si Hitler hubiera llegado al poder en un país preparado 
armamentísticamente, tendría que haber esperado, igualmente, bastantes años para 
preparar una juventud dispuesta a realizar los actos de barbarie propios de la 
II Guerra Mundial. No podemos hablar de Alemania como un país salvaje, poblado 
de gente sádica y sin escrúpulos; se trata de algo mucho más sutil. La educación 
recibida por los jóvenes alemanes durante los años 30 provocó las atrocidades de 
los años 40. El trabajo de propaganda realizado en las escuelas, las Juventudes 
Hitlerianas, el cine… etc. tuvo como consecuencia la mayor máquina de matar: el 
soldado adiestrado ideológicamente. Lo más peligroso de este hecho es que, 
seguramente, si hubiéramos recibido el mismo tipo de educación, hubiéramos 
actuado exactamente igual. De ahí la importancia que tuvo 
la educación recibida, el tiempo libre militarizado, 
la separación de la educación de chicos y chicas (roles diferentes 
necesitan educaciones diferentes)  las maniobras de 
propaganda… etc.
Las Juventudes 
Hitlerianas ofrecían elementos de socialización muy adecuado para la edad en la 
que desarrollaban sus actividades: trabajaban la concepción de la sumisión al 
grupo (etapa convencional según Kohlberg) la rebelión contra los padres 
(invitando a delatar a los padres poco leales), los juegos físicos y la 
militarización.
El adolescente cambia el modelo de obediencia paterna a la 
obediencia grupal, trabajando de forma efectiva el pertenecer a un grupo 
determinado. Así, podemos llegar a crear, reconduciendo su espíritu de rebeldía 
a la integración en un grupo, un joven sumiso, obediente disciplinado e 
irracional: el mejor soldado (y el más peligroso).
Tenemos otros ejemplos en los que la utilización de la educación en valores 
contrarios a los Derechos Humanos acaba teniendo éxito y es este éxito la única 
explicación posible a posteriores actos de barbarie impropios de sociedades 
cultas. Se necesitaron 10 años de educación para el odio en la Ex-Yugoslavia 
para llegar a las terribles guerras civiles de los años 90. Décadas de 
convivencia son convertidas en una anécdota del pasado debido a la educación de 
la supremacía  y la discriminación. Lo mismo podría 
decirse de otras catástrofes humanitarias como la de Rwanda, en el marco del 
enfrentamiento entre hutus y tutsis, o el fanatismo religioso que se aprende en 
ciertas escuelas coránicas. La educación en valores es muy importante para el 
desarrollo global de las personas, y más importante es que estos valores sean 
los propios de los Derechos Humanos. Hemos comprobado el éxito de la educación 
en el odio y el fanatismo; intentemos trasladar este éxito a la educación para 
la paz, la igualdad y la convivencia.
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Artículo publicado en la revista Padres y Maestros así como en la revista Vivir Educando en el año 2005.