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Lectures

El Hereje

de Miguel Delibes

    Un canto apasionado por la tolerancia y la libertad de conciencia, una novela inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven.

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¿Cómo callar tantas formas de violencia perpetradas también en nombre de la fe? Guerras de religión, tribunales de la Inquisición y otras formas de violación de los derechos de las personas... Es preciso que la Iglesia, de acuerdo con el Concilio Vaticano II, revise por propia iniciativa los aspectos oscuros de su historia, valorándolos a la luz de los principios del Evangelio. (Juan Pablo II a los cardenales, 1994) pg 2

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— En el año 30 diez grandes cubas con libros llegaron al puerto de Valencia en tres galeazas venecianas. Fueron interceptadas y el descubrimiento puso en guardia al Santo Oficio. Lo más acre de Lutero, todo lo escrito en Wartburg, en docenas de ejemplares, estaba allí. La Inquisición montó un verdadero auto de fe. Los capitanes de las galeazas fueron apresados y en la plaza de la ciudad ardieron cientos de libros en una pira gigantesca, entre el griterío y el entusiasmo del pueblo analfabeto. Al Santo Oficio siempre le atrajeron los grandes alijos para montar con ellos un espectáculo popular.

La noche queda, de luceros brillantes, invitaba a la confidencia.  (pg14)

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— Las quemas de libros han sido en España pasatiempos habituales — dijo al fin— . De la quema de Salamanca todavía se está hablando.

La ciudad más culta del mundo quemando los vehículos de la cultura; no deja de ser un contrasentido.

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la afición a la lectura ha llegado a ser tan sospechosa que el analfabetismo se hace deseable y honroso. siendo analfabeto es fácil demostrar que uno está incontaminado y pertenece a la envidiable casta de los cristianos viejos.  pg14

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¿Qué decir — escribía— de una plaza con quinientas puertas y seis mil ventanas?. Pero, doblado el medio siglo, la construcción, activa ya desde 1540, se aceleró, se acabaron de urbanizar las Tenerías, frente a la Puerta del Campo, y se levantaron importantes edificios más allá de las puertas de Teresa Gil, San Juan y laMagdalena. Las huertas de Santa Clara perdieron pronto su carácter agrícola y se convirtieron primero ensolares y, luego, en casas de pisos con balcones de herraje, formando un barrio que corría paralelo al ríoPisuerga.

    El frenético ritmo de edificación hizo surgir en todas partes nuevas manzanas de casas, utilizando tanto losespacios cerrados, patios y jardines, como los terrenos abiertos de los arrabales. Para Cipriano Salcedo y susconvecinos constituyó un motivo de orgullo la transformación de su barrio, desde la Corredera de San Pablo ala Judería, próxima al Puente Mayor. Tres docenas de casas de nueva planta se habían edificado en las calles Lechería, Tahona y Sinagoga, y otras tantas aún más sólidas en la huerta del Convento de San Pablo cedida para este fin. Para dar salida a estos bloques se abrió la calle Imperial, que enlazaba con el barrio recién construido. Otras licencias para obras de envergadura se concedieron, asimismo, en la calle Francos y en la huerta del convento de monjas de Santa María de Belén, entre el Colegio de Santa Cruz y la Plaza del Duque.

    Pero lo más espectacular fue la expansión de la villa por las parroquias de extramuros: San Pedro, San Andrés y Santiago. Las cesiones de terreno de los hermanos Pesquera, que facilitaron sesenta y dos nuevos solares, resultaron beneficiosas incluso para los donantes, lo que indujo a otros propietarios a cambiar sus fincas, por una renta anual vitalicia, en lugares concretos como la calle de Zurradores, la linde del camino de Renedo y la del de Laguna, a la izquierda de la Puerta del Campo. En este tiempo, mediada la década, Valladolid se convirtió en un gran taller de construcción sobre el que pasaban los años sin que su febril actividad conociera reposo. Simultáneamente a la erección de nuevos edificios, nació entre las clases pudientes la necesidad de acondicionarlos, de amueblarlos conforme a las más exigentes normas estéticas europeas. La decoración interior empieza entonces a ser considerada un arte. La Corte y sus exigencias van imbuyendo en los vallisoletanos una propensión al consumo cuya primera manifestación es el adorno. Incluso Teodomira Centeno, que durante años se había conformado con un discreto pasar, se sintió arrastrada de pronto por la fiebre de suntuosidad que impulsaba a sus convecinos. (pg111)

© Miguel Delibes, "El hereje". Ediciones Destino, 1998

Comedia Infantil

http://www.tusquets-editores.es/lib_ficha.cfm?Id=1523

de Henning Mankell 

    Sin embargo, también sé que vivimos una época en la que la gente más bien intenta olvidar que recordar..........

....... Nunca fuí a la escuela. Aprendí a leer en periódicos medio gastados y con frecuencia tan viejos que, cuando hacían referencia a la ciudad, la llamaban por el antiguo nombre colonial, ya en desuso. Aprendí a leer mientras esperábamos a que el pan se cociese en los hornos. Fernando, el viejo maestro repostero, fue quien me enseñó y aún recuerdo con claridad todas aquellas noches que pasó riñéndome por mi pereza.

- Las letras y las palabras no acuden a las personas -suspiraba-. Es la persona la que ha de buscar las palabras.

    Pese a todo, adquirí finalmente ese conocimiento. Aprendí a relacionarme con las palabras, aunque guardando las distancias y con la sensación constante de no ser del todo digno de ellas....

.... Nada he dicho aún del blanco luminoso de la arena, ni del crujir de las palmeras al viento ni de los tiburones que a veces se dejan ver desde el muelle medio podrido.

    Ya lo haré.

    Ahora debo hablar de Nelio, el extraordinario Nelio. El que llegó a la ciudad de ninguna parte. El que se instaló en el interior de una estatua olvidada en un parque de la ciudad.

    Y es ahí, precisamente, donde puede iniciarse mi historia.

    Todo comenzó con el viento, misterioso y seductor, que penetra los rincones de nuestra ciudad desde las aguas errantes del océano Índico.    (pgs 18/19)

 

© Mankell, Henning. "Comedia Infantil", 1995. Editorial Tusquets, 2002. Tradcc. del suec de Carmen Montes, 2002.