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Lectures

 

Lectures d'estiu

 "La esclava de azul"

de Joaquín Borrell

 

    ..... Una dieta muy romana según me informó Publio Antonio, con quien coincidí frente al templo de Pomona.
- Nuestros antepasados no comían más que esto, con algún higo seco como extraordinario, y dominaron el mundo -explicó mi amigo-. Los actuales, afortunadamente, nos lo hemos encontrado conquistado y podemos dedicarnos a alondras rellenas, sesos especiados y otros curiosos platos que nos fueron servidos en el banquete de anoche.
- Es un dato histórico que me resultará muy reconfortante mientras mastico estos guisantes duros- asentí.
- ¿Me acompañas al Foro? Hoy me toca litigar.
- ¿Contra quién?
- El abogado del contrario es un tal Luciano. Creo que defiendo a un parricida. Pero si conocieras la vida judicial romana comprenderías que lo de menos es el delito que se juzga. He preparado algunas cosas sobre Luciano y lo que pasó con unas danzarinas libias en la última fiesta que dió que causarán sensación en el tribunal.
- Será interesante. pero antes tengo que dejar esto en casa. El mendigo Odiseo había desaparecido. Baiasca tomaba el sol junto a la puerta, mientras continuaba trabajando en el madero.
- Deja eso- le exhorté. Y con un gesto moderadamente teatral coloqué ante su vista un par de coturnos rojos, altos hasta el tobillo. Los miró con sorpresa.
- Son muy bonitos -aprobó.
- Me dijiste que no te gustaba andar descalza. pero quizá no combinen con tu túnica -comente advirtiendo que no había meditado aquel punto. Las mujeres incluso las esclavas, suelen ser muy especiales en esos temas.
- Encajan muy bien -aseguró Baiasca..... (Pág 30)
 
 
- Pasa y siéntate -invité. Así lo hizo con un espantable crujido de la silla-. Ya sé que eres Siderobros el gladiador. He oído hablar mucho de ti. ¿Cuál es tu problema?- lancé estas frases en griego, a toda velocidad de mis cuerdas vocales. El hombre sonrió con cierta timidez y dijo en latín:
- ¿No podemos hablar en mi idioma? Me sentiré más cómodo.
- ¿No eres de Rodas?
- Eso fue un invento del dueño del anfiteatro, para darme aliciente exótico. En realidad soy de Ancio, a unas cuantas millas de aquí.
- ¿De veras? -pregunté, algo decepcionado.
-Es un truco muy gastado. Alyx el númida nació en el Esquilino con la piel un poco morena -hablaba lentamente como seleccionando las palabras. Pensé que debía tomármelo con calma. Si instantes antes ponía en tela de juicio el intelecto de un gladiador griego, el de un latino debía de rozar los límites subhumanos.
- Te preguntaba - silabeé- qué quieres de mí.
- Vengo a que me protejas -miré con incredulidad a aquella mole.
-¿Protegerte?
- Mi vida corre peligro.
-No me parece sorprendente para un gladiador.
- Bien familiarizado estoy en las batallas, sé mover a diestra i siniestra el escudo de piel de toro y bailar la danza terrible del dios de la guerra -respondió, esta vez en griego, mi interlocutor. Le contemplé con asombro.
- ¿Qué has dicho?
- Es un fragmento de Homero; la respuesta de Héctor a Áyax, cuando le desafía a duelo singular. Me sé todo el episodio de memoria.
- Creía que no hablabas griego -murmuré, un tanto desconcertado.
-Me refería al coloquial. En el literario, modestia aparte, me defiendo bastante bien. Quiero decir - explicó con paciencia el coloso-, que en la arena sé cuidarme solo. Aprovechando que ya he apartado la modestia puedo asegurarte que soy el mejor. Son los enemigos encubiertos, que traman desde la sombra, los que me preocupan. Supongo que necesitarás más datos....... (Págs. 32/33)
 
 
..... -Contra los mandatos del destino nadie te matará, pero ningún mortal puede sustraerse al hado -dije en griego. Era el único fragmento de la Ilíada que había aprendido, por haberlo copiado mil veces, a instancias de mi preceptor, después de que descubriera que era yo quien había untado de miel su asiento. Siderobo sonrió de oreja a oreja y agregó:
- Los hombres somos como las hojas del bosque, que el viento esparce y la primavera hace renacer -y, tras tan poética despedida, encorvó la espalda para pasar bajo el dintel y abandonó la casa.... (Pág. 39)

..... Publio Antonio irrumpió en la casa con su vozarrón jupiterino manifestó su intención de invitarme al anfiteatro. Llevaba bajo el brazo una pequeña garrafa de vidrio verdoso.
- Casualmente pensaba asistir -señalé-. ¿Que tal el juicio?
- Muy bien, gracias. Aunque apenas pude pasar del exordio. Estaba ilustrando al tribunal sobre lo que hizo el padre de Luciano con el trigo de la flota de Pompeyo cuando levantaron la sesión hasta mañana. Los días de anfiteatro todo el mundo tiene prisa por comer pronto.
- ¿Y el parricida?
- ¿Qué parricida? ¡ Ah, sí! Finalmente resultó que defendía a una adúltera. Creo que por allí andaba. Bien, y ahora -continuó Antonio, blandiendo la garrafa- debo realizar un acto solemne. ...... (pg 44)

© Joaquín Borrell. "La esclava de azul", 1989. Edit. Círculo de lectores.