Provincia de Barcelona


Santa Maria de Roca-rossa
(Tordera, Maresme)

41º 41,829'N ; 2º 38,466'E    




Actualmente sólo podemos observar las ruinas de lo que fue un monasterio bastante importante durante la edad media. Las noticias más antiguas que se conservan de este cenobio datan del año 1145, cuando Guerau III de Cabrera, vizconde de Girona y de Àger cedió un alodio, conocido con el nombre de Fredena y que estaba situado entre Hostalric y Montpalau, a un monje eremita para que construyera un templo dedicado a Santa Maria. En 1177 se tiene constancia de la existencia de un cenobio que seguía la regla de San Agustín.


Durante los siglos XII y XIII recibió numerosas donaciones, que permitieron crecer considerablemente el cenobio y su poder en la zona. Desgraciadamente en el siglo XIV se truncó este momento de esplendor por el despoblamiento que empezó a sufrir la zona, un hecho que se agravó con la peste negra. En documentos de finales del siglo XIV se pone de manifiesto el mal estado de conservación del priorato. De hecho algunas dependencias estaban ya en ruinas. En 1431 se produjo un terremoto, que causó numerosos desperfectos en los edificios.

En 1592 el priorato fue adjudicado a la reciente creada diócesis de Solsona que se encargó de documentación del cenobio y cobraron sus rentas, pero no se encargaron del mantenimiento de los edificios, que en el siglo XVII ya estaban hundidos a excepción de la iglesia, que siguió en pie hasta finales del siglo XIX.


Del conjunto monástico sólo se conserva la iglesia, edificada a finales del siglo XII, combinando elementos románicos con las nuevas líneas góticas.


La iglesia está formada por una sola nave rematada al este por un ábside semicircular, en el que se abre una ventana central abocinada.


Empieza a ser habitual encontrar las paredes de estos edificios históricos llenas de pintadas, realizadas por gamberros sin el menor signo de educación y respeto por nuestro pasado, por nuestra historia y nuestro patrimonio. En este caso una pequeña vela, brillante entre las ruinas, nos hace pensar que no todo está perdido y que todavía hay gente que ama y valora estas milenarias piedras.


En el lado derecho del ábside encontramos un pequeño arcosolio, destinado a guardar los elementos litúrgicos.


La nave estaba cubierta con una bóveda apuntada, que arrancaba de una sencilla moldura. Desgraciadamente parte de esta bóveda se ha derrumbado, conservándose sólo el sector más próximo a la cabecera. Las preocupantes grietas del ábside nos hacen temer por la estabilidad de lo que se ha conservado hasta los nuestras días.


También se hundió el coro elevado, que estaba a los pies de la nave


En el muro oeste se abría la puerta principal del templo. Interiormente estaba formada por un arco de medio punto dovelado. Es probable que exteriormente estuviera decorada con alguna arquivolta apoyada en columnas a juzgar por el expolio que ha sufrido y el estado de degradación en que se encuentra.


En el muro sur había otra puerta, que comunicaba con el claustro y las otras dependencias monacales.


En la parte exterior del muro encontramos la marca del antiguo tejado y los agujeros dónde iban las vigas de madera que servían de apoyo a la cubierta de la galería norte del claustro.


Del resto de dependencias monacales de época medieval no queda nada. Junto al templo vemos un edificio en ruinas, que corresponde a una masía que se construyó en el siglo XVIII con las piedras del cenobio.

Algunas de las fotografías mostradas en esta página no tienen la definición deseada, debido a que mi visita al templo coincidió con una intensa lluvia, previa al temporal de nieve de principios de enero del 2010.