Astorga jugó un papel muy importante a lo largo del siglos por el hecho de encontrarse en un cruce de caminos, ya desde época romana.  Por este motivo encontramos en esta población la sede de una de las diócesis más antiguas de la península, si bien en la actualidad tiene un ámbito  territorial mucho más reducido. Las primeras noticias documentadas de esta diócesis las  encontramos en una carta de San Cipriano de Cartago y otros 36 obispos africanos dirigida a los obispos de Mérida y de Astorga-León, datada entre los años 254 y 255.

Durante la edad mediana confluyen en ella las dos rutas más importantes hacia Compostela: el Camino francés y la Vía de la plata. En el siglo XI se construyó una catedral románica, que fue necesario ampliar en el siglo XIII. Esta reforma no fue suficiente y el 16 de agosto de 1471 se inician las obras de una nueva catedral. La construcción se alargó durante casi tres siglos, transformándose el proyecto gótico inicial e incorporando elementos renacentistas, barrocos y neoclásicos.

Mantiene la planta tradicional del gótico español con tres naves, en este caso acabadas en ábsides poligonales.

El ábside central contiene un interesante retablo renacentista, obra de Gaspar Becerra.

Las naves están cubiertas con bóvedas de crucería y estrelladas.

En el siglo XVI se producen las primeras reformas al proyecto original y Rodrigo Gil de Hontañon introduce trazos renacentistas en la portalada lateral del lado sur y en la sacristía.

La fachada oeste se construye ya bajo los cánones del barroco. La flanquean dos grandes torres:  la Vieja, es decir la del lado norte, fue construida en 1678 y restaurada en 1956, y la Nueva o de las campanas, se terminó en 1704.

La fachada está profusamente decorada, a modo de gran retablo, con escenas del Nuevo Testamento como el Descendimiento de la Cruz o la Asunción de la Virgen.

También en el siglo XVIII se reforma el claustro en estilo neoclásico.