Una vez conquistada Toledo por parte de Alfonso VI, esta zona se consideró suficientemente segura y se empezó a repoblar. En el año 1105 se acababa el círculo de murallas, que hoy podemos contemplar, y que permitia la defensa de la ciudad.

Nos encontramos ante una muralla muy elegante en la que encontramos ochenta y ocho torres de veinte metros de altura aproximadamente. Destacan las puertas del Alcázar y de San Vicente. Las dos tienen la misma composición: una puerta de medio punto colocada en la parte interior y flanqueada por dos torres unidas por un puente con arco de medio punto. Este puente servía para atacar a los asaltantes de la puerta desde arriba y que además se encontraban de espaldas.

El ábside de la catedral se integró en el recinto defensivo. Está coronado por un matracán y por almenas.